A unas pocas cuadras del corazón de la ciudad de Bogotá, en un espacio que podría parecer frío y rústico a primera vista, se encuentra el museo de la Fiscalía de Colombia, que guarda la historia de varios eventos significativos que han marcado la historia del país.
El Museo de la Fiscalía, abierto al público de lunes a viernes de 9:00 de la mañana a 4:00 de la tarde sin ningún costo, no solo es una colección de objetos y documentos oficiales del ente investigador colombiano, sino también de algunos de los casos que muestran la crueldad de lo que ha sido el conflicto armado interno en Colombia.
Así lo explicó Petrit Baquero, historiador, investigador y politólogo, quien destacó que el museo es un testimonio vivo de la historia de violencia y la corrupción en el país.
“En Colombia esa línea divisoria entre lo legal y lo ilegal o entre lo legítimo y lo ilegítimo es bastante difusa y eso precisamente ha fomentado que, en muchos casos, los grandes personajes al margen de la ley, en determinados territorios, sean vistos como héroes, como luchadores contra lo establecido, como gente que le ganó a la vida”, reflexionó Petrit a la Voz de América.
Al recorrer el lugar, los visitantes se encuentran con casos emblemáticos que sacudieron la opinión pública nacional, y que marcaron la relación entre la política y el narcotráfico en las décadas de 1980 y 1990, como el “proceso 8.000”, el número del caso por el que se acusó al expresidente Ernesto Samper (1994-1995) de que su campaña presuntamente recibió dineros de los carteles de la droga.
“El proceso 8.000 es un caso emblemático dentro de la historia de la corrupción en Colombia y de los vínculos estrechos que ha habido entre delincuentes notorios y la clase política y empresarial de nuestro país”, comentó Petrit a la VOA.
Desde la Fiscalía colombiana dicen que el espacio, que fue puesto a disposición del público desde julio de 2017, no busca el morbo, sino educar sobre los orígenes y las causas de violencia como un compromiso para erradicar definitivamente cualquier hecho violento que siga azotado el país.
Una de las salas más importantes del museo es en la que se puede apreciar el vehículo de la matanza de La Rochela, el 18 enero de 1989, y que cuenta la historia de hombres y mujeres cuyas vidas fueron truncadas abruptamente.
“En 1988 se dio el inicio de una nueva fase de las masacres en Colombia, en muchos lugares del país se empezaron a cometer ese tipo de acciones y tristemente uno empieza a conocer muchas poblaciones del país por las masacres”, explicó Petrit.
En el caso La Rochela, investigadores de la Fiscalía se acercaron a esa zona de Santander, a indagar sobre muertes denunciados y grupos paramilitares los asesinaron, pero una de las investigadoras quedó con vida y contó lo ocurrido, recordó.
Las exposiciones abordan capítulos como la corrupción, las insurgencias y la relación entre la minería ilegal y los grupos criminales, además de la lucha constante por los derechos humanos.
“En realidad, muchas de las estructuras delincuenciales que están ligadas al narcotráfico realmente no son organizaciones narcotraficantes, sino que son organizaciones multicrimen porque están organizadas para realizar diferentes actividades ilegales”, mencionó Petrit.
Por último, en el recorrido subrayan que este es un espacio de memoria y respeto que permite conocer la metamorfosis de la criminalidad en Colombia que todavía sigue golpeando a Colombia.
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