Nuevo estudio demuestra que solo unos días de una dieta alta en grasas pueden romper las defensas del intestino y desencadenar una inflamación asintomática, que con el tiempo puede convertirse en un problema crónico


Los investigadores observaron que una dieta alta en grasas disminuye proteínas clave y afecta la integridad intestinal, además de reducir la producción de interleucina-22 (IL-22), una proteína crucial para la protección del intestino.
- Dietas altas en grasa → activan inflamación intestinal silenciosa.
- Solo 2 días de comida grasa = pérdida de IL-22, proteína clave.
- Sin IL-22 → el intestino pierde su defensa natural.
- Grasas saturadas = bajan IL-22.
- Grasas insaturadas (aguacate, nueces) = aumentan IL-22.
- Cambios visibles a nivel microscópico, aunque el cuerpo parece sano.
- Posibilidad de terapia basada en IL-22 para restaurar intestino.
Fast food, impacto rápido: cómo las comidas grasas debilitan nuestras defensas intestinales
Uno de cada tres australianos vive con enfermedades inflamatorias crónicas como la enfermedad celíaca, la enfermedad inflamatoria intestinal o la artritis reumatoide. A pesar de su prevalencia, el origen exacto de estas inflamaciones sigue siendo poco comprendido.
Una investigación liderada por el Dr. Cyril Seillet ha logrado un avance crucial: demostrar que cada comida que ingerimos moldea activamente la salud de nuestro intestino. El consumo reiterado de grasas saturadas produce una acumulación progresiva de inflamación que, aunque inicialmente invisible, debilita las defensas intestinales y favorece enfermedades crónicas años después.
Incluso tras pocas comidas grasas, los investigadores detectaron cambios microscópicos en el intestino de los ratones, sin que presentaran síntomas externos como aumento de peso. Esto confirma que la inflamación puede desarrollarse sin alertas inmediatas, y que una dieta rica en grasas saturadas prepara el terreno para futuras patologías.
Respuesta inmune rápida
En colaboración con el profesor Stephen Nutt, se identificó que la producción de IL-22 —una proteína fundamental en el control de la inflamación intestinal— disminuye drásticamente tras solo 48 horas de alimentación alta en grasas. Es la primera vez que se demuestra esta conexión directa y tan inmediata.
Según Le Xiong, autor principal del estudio, esto representa un doble golpe al intestino: no solo se estimula la inflamación, sino que se reduce la capacidad natural del cuerpo para combatirla.
Sin IL-22, el intestino pierde su barrera protectora. Y lo más alarmante: los ratones seguían luciendo sanos. La salud intestinal puede estar comprometida mucho antes de que aparezcan los síntomas visibles.
Por el contrario, se observó que las grasas insaturadas —presentes en alimentos como el aguacate y las nueces— fomentan la producción de IL-22, lo que sugiere que el patrón observado en ratones también se podría dar en humanos.
Imágenes microscópicas revelaron un marcado deterioro del tejido intestinal en los ratones alimentados con grasa: engrosamiento de la pared intestinal, acumulación de células inmunes y signos de inflamación intestinal severa.
Posibilidad de intervención terapéutica
El equipo consiguió restaurar la función intestinal en los ratones recuperando los niveles de IL-22, lo que abre la puerta al desarrollo de terapias dirigidas a restablecer esta proteína en humanos. Sin embargo, los investigadores priorizan soluciones naturales, como modificaciones dietéticas que promuevan el consumo de grasas saludables.
Este hallazgo podría influir en futuras guías nutricionales, destacando el papel esencial de las grasas insaturadas para prevenir enfermedades inflamatorias y proteger la salud intestinal a largo plazo.
La investigación fue respaldada por el Consejo Nacional de Salud e Investigación Médica (NHMRC) de Australia y realizada en colaboración con la Universidad de Monash, el Instituto Baker y la Universidad de Melbourne.
La relación entre dieta y salud intestinal tiene implicaciones más allá del bienestar individual:
- Reducción del uso de medicamentos antiinflamatorios si se aplican cambios dietéticos preventivos basados en ciencia, lo que disminuye la carga química sobre los ecosistemas.
- Producción agrícola más sostenible: fomentar cultivos de grasas saludables como aguacates, nueces o semillas, reduce la demanda de ganado intensivo, que es un gran emisor de gases de efecto invernadero.
- Mejora de la salud pública → menos tratamientos costosos → menos residuos hospitalarios y fármacos en el agua.
- Avance hacia una medicina preventiva y no paliativa, reduciendo la presión sobre sistemas sanitarios y el medio ambiente.
Una dieta más inteligente es también una estrategia de sostenibilidad. Cambiar lo que comemos cambia más que nuestro cuerpo: puede cambiar el planeta.
Más información: Acute exposure to high-fat diet impairs ILC3 functions and gut homeostasis: Immunity
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