Gallagher: La diplomacia de la esperanza como alternativa al egoísmo

El secretario para las Relaciones con los Estados y las Organizaciones Internacionales en Cuba con motivo del 90 aniversario de las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y el país caribeño. La diplomacia vaticana, dijo el arzobispo citando al papa León XIV, es «expresión de la misma catolicidad de la Iglesia» y está animada por «una urgencia pastoral» que la impulsa «a intensificar su misión evangélica al servicio de la humanidad».
Valerio Palombaro – Ciudad del Vaticano
«No teman abrir sus corazones a Cristo. Dejen que Él entre en sus vidas, en sus familias, en la sociedad, para que así todo se renueve». Estas palabras de San Juan Pablo II, pronunciadas en 1998 durante su viaje apostólico a La Habana, fueron citadas por el arzobispo Paul Richard Gallagher, secretario para las Relaciones con los Estados y las Organizaciones Internacionales, en su intervención ayer en una conferencia en el marco de la visita de tres días a Cuba que concluye hoy. Una ocasión, a 90 años del establecimiento de relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y Cuba y a diez años del viaje apostólico del Papa Francisco, para reafirmar que todas las actividades de la Santa Sede, basadas en la fuerza del mensaje cristiano, «tienen también resonancia en la sociedad», lo que puede entenderse como «una invitación a trabajar en favor de la dignidad humana».
Hacia una solidaridad activa
De ahí la necesidad de proteger los derechos y libertades fundamentales del ser humano que, recuerda Gallagher, «es un ser-hacia, un ser-para, una comunión y una apertura al otro, sin exclusión». «El hombre —subraya el prelado— es naturaliters socialis; es un ser necesitado, en el sentido de que, en todos los niveles, económico, político, social y trascendente, no encuentra en sí mismo todos los elementos para su desarrollo, y esto requiere una colaboración constante para vivir. Estas necesidades inclinan al hombre hacia la sociedad y el Estado».
Según Gallagher, «este amor social debe constituir la alternativa al egoísmo, la explotación y la violencia; debe ser la luz de un mundo cuya visión corre el riesgo de verse constantemente oscurecida por las amenazas de la guerra, la explotación económica y social y la violación de los derechos humanos; debe conducir a la solidaridad activa con todos aquellos que desean promover la justicia y la paz en el mundo». El secretario para las Relaciones con los Estados citó entonces al Papa León XIV para recordar que la diplomacia vaticana es, de hecho, «expresión de la misma catolicidad de la Iglesia», animada por una urgencia pastoral que la impulsa «a intensificar su misión evangélica al servicio de la humanidad».
La búsqueda de la paz
Y de nuevo el deseo de paz, «una paz desarmada y desarmante», como indica el Pontífice, expresa Gallagher señalando algunos elementos que sirven a la diplomacia para difundir la paz: reconciliación, verdad, diálogo, justicia, solidaridad y búsqueda del desarme. La protección de los derechos es también una base necesaria para la convivencia y la consecución de la paz. A partir de la defensa de la familia y de la vida que, según afirmó Gallagher citando de nuevo al Papa León XIV, puede realizarse ante todo «invirtiendo en la familia, fundada en la unión estable entre el hombre y la mujer, «tan pequeña, pero más verdadera y antigua que cualquier otra sociedad».
La libertad religiosa para la cohesión social
La respuesta a la dimensión trascendente de la humanidad, continúa el arzobispo, «se encuentra en respetar y promover su derecho fundamental a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión». «En este contexto —afirma Gallagher—, la libertad religiosa desempeña un papel fundamental en la promoción del bien común. Al reconocer la espiritualidad de las personas y respetar su libertad religiosa, y al permitir que cada uno siga sus propias creencias religiosas, todos podemos cumplir con nuestro deber de contribuir al bienestar de todos y de nuestros grupos sociales. En última instancia, esto favorece una sociedad más armoniosa y próspera».
Como escribió el Papa Francisco en la encíclica Fratelli tutti, cuando se niega el bien trascendente de la persona humana, «prevalece la fuerza del poder y cada uno tiende a utilizar al máximo los medios a su alcance para imponer sus propios intereses u opiniones, sin respetar los derechos de los demás». El prelado subraya, por último, un principio fundamental: «La libertad religiosa no es solo un derecho humano, sino también una vía trascendente y práctica para superar las divisiones, promover el diálogo y forjar una comunidad global más pacífica y armoniosa». Esta «representa un pilar fundamental en la construcción de sociedades inclusivas y armoniosas y desempeña un papel esencial en la promoción y defensa de la cohesión social».
El recuerdo del padre Félix Varela
El arzobispo, para terminar, menciona las palabras de una figura histórica para la Iglesia en Cuba, el venerable sacerdote Félix Varela (1788-1853), según el cual «solo hay una desgracia y es separarse de Dios», para definir la diplomacia de la Santa Sede como una «diplomacia de la esperanza» que «lejos de caer en una interpretación pesimista de la realidad que nos rodea, nos invita a ver en estas situaciones retos que pueden superarse si todos ponemos de nuestra parte».