El pasado 6 de abril murió de manera sorpresiva, Jorge Bolaño, uno de los más recordados futbolistas de los últimos tiempos en Colombia. Alegre, descomplicado, versátil y muy caribeño, Bolaño deja una huella que aunque corta en tiempo es apasionada en vivencias y rica en enseñanzas a las nuevas generaciones.

Por Alberto Galvis Ramírez
Director de la Revista Olímpica
Varias impresiones causaba Jorge Bolaño cuando jugaba fútbol. La primera, que era muy diferente a su padre, Oscar Bolaño, sereno y fuerte defensor central en una década de despertar de nuestro fútbol, con figuras inigualables como Willington Ortiz, Pedro Zape, Henry Caicedo y Víctor Campaz, entre muchos otros, mientras Jorge fue un aguerrido volante con condiciones para defender, crear y atacar.
La segunda, que mientras Oscar tenía lo pies sobre la tierra, su hijo Jorge parecía un loquito con el balón, pero un loquito que sabía que tenía demasiada velocidad y habilidad y debía explotarla en la cancha, y lo hacía con acierto.
La tercera, que desplegaba una inmensa alegría en su fútbol, porque irradiaba felicidad cada vez que se atrevía a algo, porque -cuarta impresión- era atrevido, innovador, repentista, es decir, no se quedaba en seguir unas instrucciones o un libreto de su entrenador, sino que era un permanente creador e innovador, a veces pasado de revoluciones.
La quinta, que iba más allá de sus metas y sueños, por eso llegó tan lejos, desde Pescaito, en Santa Marta, la cuna de genios como El Pibe Valderrama, hasta los confines del fútbol europeo, gracias a la variedad de sus condiciones.

Y la última, que era dueño de un carisma excepcional, que lo hacía simpático para todo el mundo, con esa gracia del caribeño locuaz, abierto, franco y dicharachero, condiciones que le abrieron muchas puertas, durante y después del fútbol.
Ese era Jorge Bolaño, quien como los genios se fue joven, porque los talentos se elevan a la condición de inmortalidad, mucho antes que el humano común y corriente.
Nacido en Santa Marta hace 48 años, el 28 de abril de 1977, Jorge Bolaños creció y vivió para el fútbol, primero en su pueblo natal, en la barriada de La Castellana y de Pescaito, al lado de tantos otros soñadores, algunos de ellos de felices despertares, en el fútbol y otros frustrados, por diversos motivos.

Como parte de una gran generación
En 1993, cuando tenía 15 años dio un fuerte salto de la barriada al seleccionado nacional, que se proclamó campeón suramericano sub-17, dirigido por Germán Basílico González; el 31 de octubre vistió por primera vez la camiseta del Junior, en partido ante Millonarios en Bogotá, y comenzó una carrera brillante, que incluiría formar parte de la nómina del equipo tiburón que ganara su cuarta estrella, en 1995, cuando apenas llegaba a los 20 años.
El 26 de octubre de ese año jugó por primera vez en la selección nacional, que dirigía Javier Álvarez.
En 1998 formo parte del equipo colombiano que clasificó al Mundial de Francia, en el cual fue titular en el encuentro ganado a Túnez. Representó al país en el Mundial de Francia 1998, la Copa América de 1999 y la Copa de Oro en 2009 con la selección absoluta. Con la Tricolor disputó 36 partidos y anotó un gol.
Un año después, dio un salto monumental, al ser contratado, en 1999 por el Parma, de Italia, equipo en el cual jugó siete temporadas y ganó la Copa de Italia, en 2002.
Después formaría parte del Sampdoria, el Lecce y el Modena, y en 2009 retornó a Colombia, para terminar su vida deportiva en el Cúcuta, en 2012.

Después del fútbol siguió unido a su gran pasión y fue asistente técnico de José Manuel Willy Rodríguez, en Uniautónoma y hace dos años hizo parte del cuerpo técnico de la Selección Colombia Sub-17, que dirigió Juan Carlos Ramírez, que no tuvo un buen papel en el Suramericano de la categoría.
También fue entrenador de las divisiones inferiores del Club Independiente Santa Fe y posteriormente fue asistente técnico de la selección nacional sub-15, mientras alternaba como comentarista de fútbol en varios medios de comunicación.
En los últimos tiempos volvió a Cúcuta, con el sueño de alcanzar la dirección técnica de los Motilones, como primer paso para coronar su gran sueño de ser el entrenador del junior de Barranquilla.
Sin embargo, el 6 de abril, mientras departía con familiares y amigos en Cúcuta, la muerte lo sorprendió con un infarto fulminante (ver nota siguiente).