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Francisco y el horror a la pena de muerte, una «medida inhumana y humillante»

Francisco y el horror a la pena de muerte, una «medida inhumana y humillante»

El Papa, desde el inicio de su pontificado, ha defendido con ahínco la vida frente al uso, por parte de diversos Estados, de la pena de muerte, definida en la Bula de Convocacióndel Jubileo 2025, Spes non confundit «una medida contraria a la fe cristiana y que aniquila toda esperanza de perdón y renovación».

Giada Aquilino – Ciudad del Vaticano

A la luz del Evangelio, la Iglesia enseña que «la pena de muerte es siempre inadmisible porque lesiona la inviolabilidad y la dignidad de la persona». En los doce años de pontificado de Francisco, el compromiso por la abolición de esta forma «cruel» de castigo y práctica inhumana se ha mantenido constante. Fue en agosto de 2018 cuando el rescripto, firmado por el cardenal Luis Francisco Ladaria Ferrer, entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, informaba de la aprobación por parte del Pontífice de la reforma del punto número 2267 del Catecismo de la Iglesia Católica. La Iglesia, se subrayó al mismo tiempo, se compromete «con determinación» a una eliminación completa en todo el mundo.

Humillación de la dignidad personal

El Papa Bergoglio ya se había pronunciado al respecto, como en octubre de 2017. En su discurso a los participantes en un encuentro organizado por el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, subrayó: «Hay que afirmar con fuerza que la pena de muerte es una medida inhumana que humilla, en cualquiera de sus formas, la dignidad personal». Una vida humana «es siempre sagrada a los ojos del Creador» y sólo Dios «en última instancia» es juez y garante, reiteró. «Ningún hombre, ni siquiera el asesino, pierde nunca su dignidad personal», porque el Señor «espera el regreso del hijo que, sabiendo que ha obrado mal, pide perdón y comienza una nueva vida». Un énfasis que pretende indicar, por tanto, que nadie puede ser privado no sólo de la vida, sino también de la posibilidad de redención moral y existencial.

La pena de muerte, ni humana ni cristiana

La acción del Papa Francisco, como la de la Santa Sede, nunca se ha detenido. Se materializó, por ejemplo, precisamente entre los «últimos», los internos de la cárcel Regina Coeli de Roma, el Jueves Santo de 2018, cuando durante la Misa in Coena Domini del Papa llegó un aliento a «sembrar esperanza», siempre. «La pena de muerte no es humana ni cristiana. Toda pena -subrayó- debe estar abierta a la esperanza, a la reinserción». Ese mismo año, reunido con la delegación de la Comisión Internacional contra la Pena de Muerte, el Santo Padre subrayó que las resoluciones de la ONU sobre la moratoria del uso de la pena de muerte, con el objetivo de «suspender» la aplicación de la pena capital en los países miembros, son un camino «que hay que seguir», sin que ello signifique «desistir de la iniciativa de la abolición universal». De ahí la invitación a todos los Estados a trabajar por la abolición definitiva. Un llamamiento que también reiteró en enero de 2023, cuando se reunió con los miembros del cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede. El Papa explicó que la pena de muerte «no puede ser utilizada para una supuesta justicia de Estado, ya que ni disuade ni ofrece justicia a las víctimas, sino que sólo alimenta la sed de venganza». Por ello, en la bula de convocación del Jubileo 2025, Spes non confundit, Francisco invocó «una sola voz» para pedir «con valentía» la abolición de la pena de muerte, «una medida contraria a la fe cristiana y que aniquila toda esperanza de perdón y renovación».

Oración por los condenados a muerte

A finales del año pasado, y por tanto casi al final de su pontificado, tras el rezo del Ángelus en la solemnidad de la Inmaculada Concepción, Francisco volvió a exhortar a los fieles: «Me llega al corazón pediros a todos que recéis por los reclusos en Estados Unidos que están en el corredor de la muerte», dijo el Papa, deseando la conmutación de la pena que se les ha impuesto. Pocos días después, en vísperas de Navidad y de la apertura del Jubileo, el entonces jefe de la Casa Blanca, Joe Biden, anunció que treinta y siete hombres y mujeres condenados a muerte verían conmutada su pena por la de cadena perpetua. Para ellos, Francisco había pedido al Señor la «gracia» de salvarles de la muerte.

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