Testimonios recogidos de personas que conocieron al entonces padre Prevost: un pastor capaz de hablar a la gente, atento a los retos sociales y profundamente animado por la pasión de anunciar el Evangelio
Gerolamo Fazzini – Ciudad del Vaticano
Viene de Chicago, la ciudad de los Blues Brothers y de Barack Obama, pero Robert Francis Prevost tiene doble nacionalidad: estadounidense y peruana. Sí, porque estamos hablando del primer Papa misionero, al menos desde hace un siglo: un agustino, hijo de una orden con fuerte vocación misionera, muy arraigada en Centroamérica y Sudamérica.
Uno que pasó largos años (y como obispo desde el 2015 al 2023) por el pueblo de Chiclayo, una diócesis del noroeste de Perú que aún lo lleva en el corazón. En las horas posteriores a su elección, algunas fotos se hicieron virales en la red en las que se le veía a caballo, o con las piernas sumergidas en el agua, durante una de las muchas inundaciones que cíclicamente azotan la Sierra peruana.
Testimonios desde el corazón
Los testimonios recogidos en Perú por personas que conocieron al entonces Padre Prevost coinciden en describirlo como un verdadero misionero, capaz de hablar con la gente, atento a los desafíos sociales y profundamente animado por la pasión de anunciar el Evangelio. El salesiano italiano Gaetano Galbusera, ex obispo vicario apostólico de Pucallpa (Amazonia peruana), que conoció a Prevost en reuniones de la Conferencia Episcopal Peruana, habla de él como «un pastor con olor a oveja».
«Muchos de los obispos que viven en las zonas periféricas del país – explica – llevan una vida sencilla, van de paisano y Prevost siempre se ha adaptado mucho a este estilo». Monseñor Galbusera prosigue: «Colaboramos en el trabajo pastoral: una monja india que había dirigido un pequeño hospital en mi diócesis fue a Chiclayo cuando se abrió una nueva presencia de su congregación». Y concluye:
Gestos de comunión
Al igual que Galbusera, monseñor Giorgio Barbetta, de 53 años, que lleva en Perú desde el año 2000, es hijo espiritual del padre Ugo De Censi, fundador de la Operación Mato Grosso, una iniciativa misionera y solidaria que comenzó en 1967 y con el tiempo ha arraigado en cuatro países latinoamericanos, entre ellos Perú.
Desde el 2020, «Burbis», como le llaman los miembros de la Operación Mato Grosso, es obispo auxiliar de Huari, en la vertiente oriental de la Cordillera Blanca.
«Su participación en mi ordenación episcopal – dice refiriéndose a León XIV –fue un gesto de comunión. Es una característica suya: es ‘uno que está ahí, que te acompaña’».
Barbetta prosigue: «Prevost me acompañó físicamente al Dicasterio para los Obispos cuando aún no era su prefecto. Lo hizo sin hablar, pero su presencia me dio tranquilidad».
¿Y la noche del 8 de mayo?