La idea – surgida de la colaboración de académicos, entidades religiosas y laicas, y comunidades de la diáspora de los países más pobres del planeta – nació para hacer visibles las demandas y las historias de los países frágiles. El informe de este año, presentado esta semana en Roma, analiza los problemas que tienen en común veinte naciones – desde Afganistán y Burkina Faso, hasta Haití y Yemen – con el fin de devolver la atención global a las crisis olvidadas
Luca Attanasio – Ciudad del Vaticano
La intuición surgió en el 2021, el año de la presidencia italiana del G20. El proyecto tenía como objetivo actuar como contrapeso a la cumbre de los países más poderosos, haciendo visibles las demandas, las peticiones y las historias de los más débiles, así como las causas de su fragilidad.
Por esta razón nació The Last 20 (L20), cuya edición de este año fue presentada esta semana en Roma.
Se trata de un observatorio compuesto por investigadores, comunidades de la diáspora y asociaciones, que redacta un informe tras estudiar durante un año los veinte últimos países de la Tierra según las estadísticas internacionales de los principales indicadores socioeconómicos. Y emprende una batalla civil para colocarlos en el centro de la agenda internacional.
Esta es, en orden alfabético, la lista de los L20 según el informe recién publicado: Afganistán, Burkina Faso, Burundi, Chad, Eritrea, Gambia, Haití, Liberia, Madagascar, Malawi, Malí, Mozambique, Níger, República Centroafricana, República Democrática del Congo, Sierra Leona, Somalia, Sudán del Sur, Togo y Yemen.
El estudio no se limita a la denuncia, sino que ofrece análisis sociológicos, estadísticos, económicos y geopolíticos muy detallados, y se propone como una herramienta valiosa para comprender el estado de salud del mundo más olvidado, pero también para proponer soluciones.
El peso del endeudamiento
Los problemas que hacen que estas naciones sean las últimas del planeta son muchos: una historia secular, jamás sanada del todo, de esclavitud y colonialismo inaugurada y perpetuada por Europa (por la cual el Viejo Continente aún no ha pagado un precio); los conflictos; la explotación desenfrenada de infinitos recursos; gravísimos problemas medioambientales inducidos en gran parte por Occidente, y muchos otros.
Además, dos factores pesan dramáticamente sobre las economías de los L20 como una losa. El primero es el endeudamiento.
“En el plano económico – explica Ugo Melchionda, uno de los redactores del informe – los países L20 se caracterizan por una vulnerabilidad extrema debida a la fuerte dependencia de la ayuda extranjera, a las altas tasas de interés sobre la deuda externa que, a menudo, obligan a los gobiernos a comprometer grandes partes del presupuesto en lugar de invertir en servicios públicos, lo que mantiene al Estado en una condición de subdesarrollo”.
Gastos militares
El segundo factor son los gastos militares: una parte significativa del gasto público de casi todos estos países se destina a armamento, lo que reduce considerablemente los recursos disponibles para servicios sociales como salud y educación.
Un crecimiento desigual
El crecimiento económico, incluso entre los países L20, ha sido desigual: Níger y la República Democrática del Congo han registrado tasas de crecimiento acumulado significativas (para Níger, más del 35% entre los años 2019 y 2024), gracias también a la extracción de recursos naturales.
Por el contrario, otros países como Haití y Sudán del Sur han sufrido una contracción significativa del PIB debido a los conflictos en curso o a la crisis estructural de las instituciones estatales.
Según el Índice global del hambre, en algunos países como Gambia y Burkina Faso ha disminuido el porcentaje de niños desnutridos (por desnutrición aguda), pero en otros como Níger y Yemen sigue siendo grave. La desnutrición crónica (el raquitismo) afecta a más del 40% de los niños en Afganistán, Burundi y Níger.
Las tasas de alfabetización femenina han mejorado en algunos países, como Mozambique y Togo, gracias al aumento de los esfuerzos por la escolarización.
Sin embargo, persisten problemas de calidad debido a la inadecuación de las infraestructuras y a la falta de recursos didácticos. Las mejoras sanitarias son evidentes en la reducción de las tasas de mortalidad infantil (que representa a los menores de cinco años) en países como la República Centroafricana y Somalia, aunque dichas tasas siguen estando por encima del promedio mundial.
Los desafíos del sur global
La pregunta que se plantearon los creadores del informe fue: ¿qué sentido tiene multiplicar conferencias, hacer acuerdos, buscar soluciones a los dramas de nuestra época, sin escuchar jamás la voz de quienes viven esos dramas en carne propia? ¿No sería más conveniente, además de más justo, escuchar el punto de vista de quienes enfrentan directamente desafíos inmensos y comprenden, evidentemente, mucho más que quienes observan desde lejos?
El sur global es así también porque sigue siendo tierra de conquista y explotación en beneficio de otros. Eulalia Guiliche, representante de la comunidad mozambiqueña en Italia, afirma:
“Además de la guerra (en la zona de Cabo Delgado, ndr.), ahora vivimos una grave inestabilidad política tras las elecciones de 2024”.
“El informe Last20 – retoma Melchionda – quiere sacar a la luz los aspectos problemáticos de los estados más empobrecidos del mundo, pero también recordar la riqueza humana y cultural de sus pueblos”.
“Nuestro observatorio será protagonista a finales de octubre de un congreso internacional organizado en Asís, en colaboración con la asociación Laudato si’. Será la ocasión, en un año jubilar, de relanzar el tema de la deuda de estos países y de reflexionar sobre soluciones viables. Y la oportunidad de dar voz a estos ‘últimos’ para que sean last 20 but not least” (los últimos 20, pero no los menos importantes).