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El Archivo Apostólico Vaticano, entre la memoria y el futuro

El Archivo Apostólico Vaticano, entre la memoria y el futuro

Hoy celebramos el 18º Día Internacional de los Archivos, instituido por el Consejo Internacional de Archivos el 9 de junio, en el aniversario de su fundación en 1948, bajo los auspicios de la Unesco. Una oportunidad para reflexionar sobre el papel de los archivos en la preservación y difusión de la memoria colectiva. Lo haremos visitando el Archivo Apostólico Vaticano, antaño conocido como «Secreto», es decir, reservado al Pontífice: fundado en 1612, acoge cada año a unos 1200 estudiosos.

Paolo Ondarza – Ciudad del Vaticano

Ochenta y cinco kilómetros de estanterías. Es tan larga como la distancia que separa Roma de Viterbo la masa de documentos conservados, entre sobres, registros y carpetas, en el Archivo Apostólico Vaticano. Una riqueza extraordinaria, consistente en ochocientos años de documentación continua e ininterrumpida, desde 1198 hasta nuestros días, de unos 650 fondos y series archivísticas, producidos por 650 oficinas, familias y personas diferentes.

Las salas del Piano Nobile

Las salas del Piano Nobile   (© Archivio Apostolico Vaticano)

Más de sesenta visitas al día

Más de 1.200 estudiosos de sesenta países diferentes lo visitan cada año, con picos de más de sesenta visitas al día. Desde el Patio del Belvedere accedemos también a los locales situados en una vasta zona del Palacio Apostólico. La ocasión nos la brinda hoy el Día Internacional de los Archivos, instituido por el CIA – Consejo Internacional de Archivos en la fecha de su fundación, en 1948, bajo los auspicios de la UNESCO. Y hoy también se inaugura la séptima edición de la Semana Internacional de los Archivos – International Archives Week, que incluye actos hasta el 13 de junio.

Las salas del Piano Nobile

Las salas del Piano Nobile   (© Archivio Apostolico Vaticano)

Funciones y símbolos

Nos recibe el archivero y profesor Luca Carboni, con quien debatimos sobre el valor social y la importancia de los archivos. «A diferencia de las bibliotecas», nos explica, «los archivos nacen con una finalidad eminentemente práctica, jurídico-administrativa: son el espejo de la actividad de una organización, de una familia, de una persona. Sólo más tarde, y no siempre, pueden adquirir un valor cultural». En el imaginario común, a menudo se entienden como «pilas de papel», «lugares oscuros en perpetua lucha contra el polvo, la luz y la humedad, o representaciones del centro del poder o de la lentitud y farragosidad la burocracia». No es casualidad, observa, que en tiempos de revuelta y revolución, el archivo fuera visto como el símbolo del poder que había que destruir».

Las salas de consulta

Las salas de consulta   (© Archivio Apostolico Vaticano)

Memoria viva

Hablar hoy de archivos en las sociedades democráticas, sin embargo, significa también referirse a la protección de nuestros derechos: «A la palabra poder -continúa Carboni- se asocia la de transparencia, o, como dicen los angloamericanos, la de “accountability”, como responsabilidad de transparencia y corrección del funcionario y del gobierno para con el ciudadano. Y, una vez agotado el valor jurídico-administrativo, los archivos se convierten en memoria». Y así es como «de los papeles y pergaminos, de los volúmenes y registros, de los expedientes y carpetas, de un nombre, de un vago indicio, de un simple número, vuelve a la vida una persona» con su tiempo y su experiencia, sus preocupaciones y trabajos, sus alegrías y esperanzas: un mundo, «no demasiado lejano, incluso el de nuestra juventud en el que las cartas aún se escribían a mano, y había que perder tiempo en comunicarse con los demás». Los archivos «ya no son lo que Benedetto Croce llamaba “blancas y silenciosas casas de los muertos”, sino que se han convertido en huellas indispensables para reflexionar sobre nuestro pasado».

Los depósitos del Archivo Vaticano

Los depósitos del Archivo Vaticano   (© Archivio Apostolico Vaticano)

El archivo del mundo

Con Luca Carboni, nos detenemos en la especificidad y la universalidad del Archivo Apostólico, fundado como Archivo Central de la Santa Sede en 1612: «El Archivo Vaticano -subraya- también es conocido como el archivo del mundo: basta pensar que conserva la documentación en papel más antigua escrita en mongol. De hecho, los documentos que aquí se conservan van más allá de la Europa cristiana medieval. Los grandes archivos europeos suelen carecer de documentación medieval».

Profesor Carboni, los Archivos Apostólicos han pasado de un carácter secreto, en el sentido de «reservados» al Pontífice, a un uso público más amplio. ¿Cuál es la naturaleza y la finalidad de su institución?

El término “Secreto”, que ha acompañado al Archivo Vaticano durante cuatro siglos, hasta 2019, era en realidad un testimonio de la época histórica en la que nació el archivo, el siglo XVII, una época en la que no se consideraba público, al servicio de los ciudadanos o de la historia, sino instrumentum regni, archivo del príncipe, arsenal de l’autorité, de ahí “secreto” con el significado de separado/reservado. En la misma época tenemos también los archivos secretos de la familia Gonzaga y el de la familia Este, hoy en Mantua y Módena. El punto de inflexión en la historia de los Archivos, incluidos los Archivos Vaticanos, se produce en el siglo XIX, con el nacimiento de los grandes archivos de concentración, los futuros Archivos de Estado. Su finalidad cambia: estamos en el siglo del romanticismo, en el siglo del sentimiento nacional. Los estudios históricos explotan los archivos, que encuentran una nueva consideración, como fuentes para la historia nacional. Consulta, pues, de estas instituciones y fin del «secreto».

Es lo que se conoce como el giro archivístico, que marca una línea divisoria entre la archivística moderna y la contemporánea. También el Archivo Vaticano se abrió en 1880/81 a los estudiosos de todo el mundo. Todavía hoy, según su Estatuto, el Archivo conserva los documentos relativos al gobierno de la Iglesia, para que, en primer lugar, estén a disposición de la Santa Sede y de la Curia en el desempeño de su labor, y después, en base a una concesión pontificia, representen para todos los estudiosos, fuentes para el conocimiento de la historia y de la vida de la Iglesia. El Archivo proporciona, por tanto, no sólo «la seguridad y la conservación permanente y científicamente ordenada del propio patrimonio histórico-archivístico», sino también «su valorización».

Carta enviada a Clemente VII por los Lores de Inglaterra, fechada el 13 de julio de 1530, solicitando la anulación del matrimonio de Enrique VIII con Catalina de Aragón.

Carta enviada a Clemente VII por los Lores de Inglaterra, fechada el 13 de julio de 1530, solicitando la anulación del matrimonio de Enrique VIII con Catalina de Aragón.   (© Archivio Apostolico Vaticano)

¿Cuáles son los procedimientos de consulta?

Los Archivos exigen como único requisito de acceso un título universitario y una carta de presentación de una universidad u otra institución cultural, independientemente de las creencias políticas o religiosas o del origen étnico. La tarjeta de acceso es totalmente gratuita. Creo que si dividiéramos por Estados a los académicos que han tenido acceso en los últimos quince años, cubriríamos todas las sedes de la ONU. A diferencia de otros Archivos estatales, no existe una «fecha móvil» para la consulta de sus documentos, sino que es el Sumo Pontífice quien, de vez en cuando, con un acto de liberalidad, decide abrir un periodo histórico a la consulta. A lo largo de los años, la práctica ha sido abrir a la consulta por pontificados enteros. Hoy, la documentación conservada en el Archivo Vaticano puede consultarse hasta octubre de 1958, fecha de la muerte de Pío XII, cuyo pontificado fue abierto al estudio por Francisco a partir de marzo de 2020. Más allá de cualquier «leyenda negra», considérese que, en el espacio de 42 años, entre 1978 y 2020, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco abrieron a la investigación de los estudiosos nada menos que 81 años de historia: de 1878 a 1958. Más que ningún otro Archivo del mundo.

El aula didáctica del Archivo

El aula didáctica del Archivo   (© Archivio Apostolico Vaticano)

En el Archivo Apostólico Vaticano existe una Escuela de Paleografía Diplomática y Archivística, creada por el Papa León XIII. ¿Cuál es su finalidad?

La Escuela Vaticana de Paleografía, Diplomática y Archivística del Archivo Secreto Vaticano fue creada por León XIII en 1884 con el nombre de «Escuela de Paleografía y Crítica Aplicada». Formaba parte de las amplias reformas culturales del Papa Pecci, tras la apertura del Archivo Vaticano a estudiosos de todo el mundo, 1880/81, y la carta Saepenumero considerantes de agosto de 1883 sobre la validez e importancia de la investigación histórica. La Escuela fue fundada para formar a jóvenes clérigos en el conocimiento y la ilustración de documentos. Hoy, por tanto, no sólo forma paleógrafos y diplomáticos, sino también archiveros, tanto historiadores tradicionales, que echan mano de los papeles polvorientos y confusos del pasado, como archiveros informáticos, los que reorganizan y reorganizarán los archivos de hoy y de mañana, nativos digitales. Cada año, por tanto, unos 40 estudiantes, en su mayoría laicos de todo el mundo, se embarcan en este extenuante y difícil, pero apasionante viaje de perfeccionamiento.

La carta del Emperador de México Maximiliano I a Pío IX

La carta del Emperador de México Maximiliano I a Pío IX   (© Archivio Apostolico Vaticano)

Los archivos se enfrentan hoy en día a diversos retos. El primero de ellos es la digitalización que, si bien por un lado favorece una difusión más capilar de la documentación, por otro no puede sustituir el aspecto «material» de los documentos, que da vida a la historia que cuentan…

Cuando hablamos de digitalización de documentos originales, en papel o pergamino, nos referimos siempre a dos fines distintos. La digitalización tiene, ante todo, una función fundamental en la salvaguarda y conservación. El mayor daño que se puede causar a los documentos proviene de la consulta material por parte de los investigadores. Por lo tanto, digitalizar el documento significa, en realidad, salvarlo del uso, preservarlo. Cada año, al ser un archivo central, el Archivo Vaticano recibe miles de piezas archivísticas de otras oficinas de la Curia Romana y de las representaciones pontificias en todo el mundo, muchos documentos se digitalizan en un año y otros tantos entran cada año en el Archivo. Es una batalla sin fin. Es una carrera contra el tiempo… y no siempre el documento más antiguo requiere una digitalización inmediata. Pensemos en los documentos del siglo XX, como los faxes, las fotocopias o el papel de seda, que, por la calidad de las materias primas y los métodos de fabricación, corren un riesgo rápido de deterioro. La digitalización permite, sin duda, la consulta a distancia, ampliando el número de estudiosos, pero con todas las precauciones y cautelas necesarias. 

Una serie completa del siglo XVII

Una serie completa del siglo XVII   (© Archivio Apostolico Vaticano)

Por último, existe sin duda lo que usted ha denominado el aspecto «material» de los documentos, y otros han llamado «el placer del archivo» (Le goût de l’Archive, Arlette Farge) por esa sensación inexpresable de entrar por primera vez en un archivo y manejar sus documentos, romper por primera vez el nudo que durante siglos ha cerrado un expediente, nunca consultado por nadie excepto por los burócratas que lo produjeron… tocar con la mano la última carta firmada por el emperador de México Maximiliano en la que confía su alma a Dios la noche antes del amanecer del día de su fusilamiento: un pequeño papelito en papel pobre, doblado y entregado a su confesor para el Papa Pío IX… En el futuro, la digitalización completa, e imposible, tal vez le quite al estudioso esta sensación, que seguirá siendo un privilegio exclusivo del archivero.

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