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Kulbokas: He compartido con el Papa la esperanza y el dolor por Ucrania

Kulbokas: He compartido con el Papa la esperanza y el dolor por Ucrania

El nuncio en Kiev comenta su primera audiencia con el Papa León XIV en el Palacio Apostólico vaticano: «Fue un encuentro muy consolador, lleno de oración, que es nuestra principal arma». El arzobispo relata la dramática situación del país, pero también el testimonio de humanidad recibido.

Svitlana Dukhovych – Ciudad del Vaticano

Esperanza, oración, testimonios de humanidad, dolor por los duros atentados de las últimas horas en toda Ucrania. El nuncio apostólico en el atormentado país, monseñor Visvaldas Kulbokas, compartió todo esto con el Papa, que le recibió ayer viernes 6 de junio por la mañana en el Palacio Apostólico Vaticano. Era el primer encuentro del representante papal con León XIV. Kulbokas habló de ello con los medios de comunicación vaticanos.

Excelencia, ¿cómo fue su primer encuentro con el Papa León XIV?

Era un encuentro muy importante y por eso fue preparado con mucha oración: mi oración personal, la de los colaboradores de la nunciatura en Kiev, la de los obispos, incluso la de algunos funcionarios estatales de Ucrania, la de mis antiguos feligreses en Lituania. Porque ante todo era un encuentro espiritual. Fue mi primer encuentro con el Papa León y le estoy agradecido por ello. Fue bastante largo, dedicado principalmente a cuestiones que nos conciernen como Iglesia en un tiempo de guerra. Fue importante para mí sentir el corazón del Papa, así como compartir experiencias, especialmente espirituales, en este tiempo de guerra. También fue una reunión muy consoladora, llena de oración. Quisiera subrayar esto, porque la oración es nuestra principal arma. Yo la llamo así y el Santo Padre también la llama el arma más poderosa de todas. El resto de la audiencia se centró en algunos temas concretos, como los atentados de la noche del 6 de junio en Kiev, Ternopil, Lutsk y otras regiones y ciudades de Ucrania. También lo que significa vivir sin poder dormir o moverse libremente entre las ciudades y dentro de ellas. La conclusión del encuentro es que nosotros, como Iglesia, incluso en las peores situaciones somos testigos de lo que Dios, a pesar de las debilidades y pecados humanos, puede hacer. Esta es nuestra esperanza y estoy muy agradecido al Santo Padre por este compartir y este momento de oración que compartiré con todos cuando regrese a Ucrania.

Ha mencionado un ataque masivo ruso en varias regiones de Ucrania. ¿Cuál es la situación general en el país?

Hay cierta diferencia entre regiones. Por ejemplo, en Kherson el edificio de la administración regional fue destruido. Allí lleva así cuatro años, quizá no haya ni diez minutos de silencio por lo frecuentes que son los bombardeos. Hay otros lugares como Odessa, Zaporizhzhia, Kharkiv, que sufren alarmas continuas, pero con algunas pausas. Y luego está el resto del país, donde las alertas no son continuas. Pero si tomamos incluso la capital, Kiev, es difícil encontrar una o dos noches al mes en las que no haya al menos ataques de drones. Por ejemplo, los empleados de la Nunciatura que viven en los pisos superiores llegan tarde a la oficina y a menudo me dicen que no pueden ser muy eficaces en su trabajo porque no tienen fuerzas físicas para trabajar. A esto se añaden otras dificultades porque los supermercados, los bancos, las oficinas gubernamentales, las escuelas y las oficinas estatales no trabajan durante los ataques y se de tienen las reuniones ministeriales. Hay escuelas subterráneas en funcionamiento y otras 140 en construcción en todo el país. Los niños de regiones enteras, por ejemplo, Sumy, sólo se reúnen cuando grupos, como la asociación «Ángeles de la Alegría», organizan fiestas para ellos.

Luego está la situación en el frente…

Quisiera subrayar un aspecto muy importante. En el frente, los soldados que están a punto de morir sólo piden una cosa: el perdón de los pecados. Allí, ya no ayudan ni el médico ni el cirujano, sólo el capellán militar o quien esté delegado para rezar por ellos puede ayudarles. Así también con los heridos o los que han sufrido traumas. Los mismos psicólogos me dicen a menudo que la Iglesia tiene un gran potencial porque tanto los sacerdotes como los religiosos y religiosas, al haber acumulado una experiencia constante de trabajo con las personas incluso en situaciones difíciles, son acogidos mucho más positivamente por los heridos, incluso por los heridos graves. Por tanto, es un trabajo que la Iglesia también es capaz de hacer a nivel psicológico.

En los medios de comunicación vemos a menudo imágenes de guerra, destrucción y sufrimiento. Por supuesto, esto nos perturba y tendemos a pensar que, para mantener nuestra serenidad, debemos separarnos de algún modo de todo ello. Pero también existe el riesgo de perder la compasión. ¿Cómo conciliar ambas cosas: tener compasión ante una realidad muy dura y mantener la alegría interior?

Hay dos aspectos: uno es muy trágico, porque si en el siglo XXI la comunidad internacional no es capaz de defender ni el derecho internacional humanitario ni el derecho internacional, es una gran tragedia. Esta consideración nos empuja, me empuja, a otra conclusión: la única esperanza que tenemos es la esperanza en el Señor que inspira acciones, la dedicación, el sacrificio, la perseverancia, el coraje. Cuando hablo de esperanza y de alegría, es también la esperanza y la alegría que los capellanes castrenses llevan al frente: rezan, consagran a los soldados al Corazón Inmaculado de la Virgen María, distribuyen rosarios. Recuerdo que un soldado me dijo: «Ayer vi morir a dos de mis compañeros. No puedo decir a las esposas que sus maridos han muerto porque no puedo demostrarlo. Sólo lo he visto con mis propios ojos. Para mí es un gran dolor». Y lloran. Para mí, como nuncio, hablar con toda esta gente, incluso con los comandantes de los departamentos militares, y ver cuánto corazón hay entre los militares, es un gran consuelo. Hablando con ellos, veo no sólo la humanidad, sino también el deseo de crecer en humanidad. Dicen: “Cuando no tenemos suficiente dinero para pagar la convalecencia de nuestros camaradas, ponemos nuestro propio dinero, de nuestros salarios”. Esto es para mí un testimonio de lo que debe ser la humanidad: ayudarse unos a otros.

Excelencia, ¿desea añadir algo?

Mi encuentro con el Papa León tuvo lugar después de la conversación del Santo Padre con el Presidente de Ucrania, con ocasión de la Misa de inicio de pontificado, y después de la conversación telefónica con el Presidente de la Federación Rusa. También los políticos del mundo testimonian, al menos con este lenguaje simbólico, que quieren continuar los contactos con la Iglesia, con el Santo Padre en estas situaciones difíciles. Yo diría que estos contactos también subrayan aún más el papel del Papa, no sólo para la Iglesia, sino también para la humanidad. Y en esto diría que es deber de todo católico rezar al Espíritu Santo en estos días: por la Iglesia, por el Santo Padre, para aquella que es la fuerza de la Iglesia y de Jesucristo dé sus frutos.

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