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Estudio de Oxford sugiere que las plantas fingen ataques para debilitar a sus vecinas en lugar de cooperar

Nuevas simulaciones demuestran que las plantas raramente envían señales honestas de advertencia sobre ataques de herbívoros, ya que esto puede perjudicarlas frente a sus competidores.

  • Plantas no tan cooperativas como se creía
  • Señales falsas más comunes que alarmas reales
  • Hongos micorrícicos, posibles emisores de advertencias
  • Falsas alarmas como táctica evolutiva
  • Cultivos podrían beneficiarse con hongos “inteligentes”
  • Implicaciones para agricultura y gestión forestal
  • Evolución premia eficiencia, no altruismo vegetal

Las plantas no son tan amistosas

Durante años, la idea de que las plantas se “avisan” entre sí cuando llega un depredador ha capturado la imaginación tanto de científicos como del público. Sin embargo, nuevas simulaciones publicadas en enero de 2025 ponen en duda esa narrativa. El estudio, liderado por el Dr. Thomas Scott de la Universidad de Oxford, sugiere que la cooperación entre plantas es la excepción, no la norma.

En el modelo computacional, los “avisos honestos” —como señales químicas de advertencia ante el ataque de insectos— desaparecen rápidamente de la población simulada. En cambio, sobreviven con más frecuencia las señales falsas, aquellas que provocan respuestas defensivas innecesarias en las plantas vecinas. El resultado: competidoras debilitadas y menos aptas para aprovechar los recursos del entorno.

Por qué las plantas engañan

La lógica detrás de este comportamiento se basa en la selección natural. Cada molécula que una planta dedica a la defensa es una molécula que no se destina al crecimiento o la reproducción. Desde un punto de vista evolutivo, ayudar al vecino es un lujo injustificable, especialmente cuando ambos compiten por el mismo sol, agua y nutrientes.

Incluso cuando las plantas comparten información con familiares genéticos cercanos, el modelo muestra que los beneficios se diluyen si esas mismas “familiares” son rivales en el suelo. El resultado es un entorno donde la honestidad no paga.

Lo más llamativo es que, aun sin herbívoros presentes, algunas plantas podrían fingir ataques para provocar que sus vecinas gasten recursos en defensas innecesarias. No es cooperación: es manipulación bioquímica.

Redes de hongos como vías de comunicación

La atención se ha desplazado hacia las redes de hongos micorrícicos, estructuras subterráneas que conectan raíces de distintas especies y permiten el intercambio de nutrientes. En experimentos de laboratorio con Solanum lycopersicum (tomate), se observó que una planta atacada por orugas podía inducir respuestas defensivas en otras conectadas por la misma red fúngica, sin contacto directo con el insecto.

Esto sugiere que el “Wood Wide Web” puede ser más que una autopista de recursos: también actúa como una infraestructura de información ecológica. Pero aquí entra un matiz crucial: la señal puede no ser intencional. Podría tratarse de subproductos inevitables del daño, transportados por los hongos sin el consentimiento activo de la planta emisora.

Los hongos, al recibir menos azúcares de plantas dañadas, tendrían un incentivo claro para proteger su red de suministro: advertir a otras plantas antes del ataque, manteniéndolas sanas y productivas.

Hongos como aliados estratégicos

Este hallazgo cambia el enfoque. Si las plantas no comunican voluntariamente, pero los hongos sí, entonces los hongos micorrícicos se convierten en actores clave en la defensa vegetal. El equipo de Scott plantea que los hongos actúan como mediadores que monitorean la salud de sus huéspedes y difunden señales útiles para el conjunto de la red.

Este mecanismo sería evolutivamente estable, ya que un hongo que miente pierde acceso a azúcares vitales. A diferencia de las plantas, no puede permitirse el lujo de sabotear a sus aliados.

En consecuencia, la presión evolutiva favorece a los hongos honestos, convirtiéndolos en posibles herramientas biotecnológicas para mejorar la resiliencia agrícola.

Implicaciones para la agricultura y la gestión de bosques

Los resultados tienen implicaciones directas para el diseño de sistemas agrícolas sostenibles. Si los hongos pueden activar defensas antes del daño real, inocular los cultivos con las cepas adecuadas podría reducir el uso de pesticidas.

Proyectos como los de microbiomas aplicados en Suiza y Países Bajos ya prueban combinaciones específicas de hongos para optimizar el rendimiento de cultivos con menor impacto químico. A futuro, podría priorizarse la selección de hongos no solo por su capacidad para suministrar fósforo o nitrógeno, sino también por su talento como centinelas bioquímicos.

En los bosques, la migración asistida de especies vegetales —cada vez más común ante el cambio climático— enfrenta un reto poco considerado: los árboles trasplantados pierden las redes fúngicas locales. Restaurar esas conexiones podría ser tan vital como adaptar las especies a nuevas condiciones de humedad o temperatura.

Un cambio de paradigma en ecología vegetal

Esta investigación desafía la costumbre de antropomorfizar a las plantas, atribuyéndoles intenciones sociales como “cooperación” o “amistad”. En realidad, las plantas no toman decisiones éticas: responden a presiones de supervivencia, y cualquier comportamiento que parezca empático puede ser una ilusión funcional.

Los hongos, por su parte, actúan según su propio interés. Pero ese interés, por suerte, puede alinearse con la salud del ecosistema.

Comprender esta dinámica abre nuevas líneas de investigación: ¿Qué genes permiten a los hongos detectar el estrés de una planta? ¿Podría seleccionarse genéticamente a los hongos más “protectores”? ¿Existen especies fúngicas que penalicen a plantas que engañan reiteradamente al sistema?

Vía www.ox.ac.uk

Más información: The evolution of signaling and monitoring in plant–fungal networks | PNAS


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