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Nuevo estudio europeo detecta 27 millones de toneladas de nanoplásticos en el Atlántico Norte, más que todos los mamíferos terrestres juntos

Se han encontrado en todas las profundidades del Atlántico Norte, desde zonas subtropicales hasta templadas.

  • 27 millones de toneladas de nanoplásticos.
  • Partículas invisibles, en todas las profundidades.
  • Plásticos comunes como PET, PVC y PS.
  • Mayor concentración en la zona subtropical del Atlántico.
  • No detectado PE ni PP, a pesar de su uso masivo.
  • Presencia también en fondos oceánicos (>4.500 metros).
  • Tecnología pionera para detectar nanoplásticos.
  • Problema ambiental aún subestimado.

Millones de toneladas de partículas plásticas invisibles contaminan el océano

El océano Atlántico Norte está cargado con cantidades alarmantes de nanoplásticos, partículas plásticas diminutas, de menos de una micra, que hasta hace poco pasaban desapercibidas incluso para la ciencia. Un estudio reciente liderado por el Centro Helmholtz para la Investigación Ambiental (UFZ), la Universidad de Utrecht y el Instituto Real de Investigación Marina de los Países Bajos reveló que estas partículas se encuentran a todas las profundidades, desde la superficie hasta el lecho marino.

El análisis arrojó una cifra difícil de ignorar: 27 millones de toneladas de nanoplásticos en una sola región del océano. Para dimensionarlo, eso equivale al peso de todos los mamíferos terrestres salvajes del planeta. Es una cantidad comparable, en masa, a la estimada para los macroplásticos y microplásticos combinados en todo el Atlántico.

Lo que revelan los nuevos métodos de análisis

La clave de este hallazgo fue una técnica innovadora desarrollada por el químico Dušan Materić. Utilizando espectrometría de masas y desorción térmica, el equipo logró detectar y cuantificar estos plásticos casi invisibles, algo que los métodos tradicionales no podían hacer. Cada tipo de plástico tiene una “huella química” única que puede identificarse al ser calentado, liberando gases específicos.

El estudio se basó en muestras recogidas a bordo del buque RV Pelagia, en una travesía entre la plataforma continental europea y el giro subtropical del Atlántico Norte. Se tomaron datos desde los 10 metros de profundidad hasta zonas cercanas al fondo oceánico, a más de 4.500 metros. El resultado: nanoplásticos presentes en todas las muestras.

¿Qué tipos de plástico predominan?

Los polímeros más detectados fueron:

  • PET (polietilentereftalato): usado en botellas, textiles y envases.
  • PVC (policloruro de vinilo): común en tarjetas, tubos y embalajes.
  • PS (poliestireno): presente en cubiertos desechables y embalajes.

Especialmente el PET se encontró incluso en el fondo del océano, lo que sugiere que las fibras sintéticas de la ropa podrían ser una de las principales fuentes. No es una hipótesis sin fundamento: en Europa, se estima que cerca del 35 % de los microplásticos que llegan al mar provienen del lavado de textiles sintéticos.

Curiosamente, no se detectó polietileno (PE) ni polipropileno (PP), a pesar de ser de los plásticos más usados en bolsas y envases. Su ausencia podría explicarse por su menor densidad, que les permite flotar y, en algunos casos, degradarse más rápidamente o dispersarse por otras rutas.

Cómo llegan los nanoplásticos al mar

El transporte atmosférico y los ríos son las principales vías de entrada. La lluvia puede arrastrar partículas desde el aire hasta el mar, mientras que los ríos recogen residuos urbanos e industriales, especialmente cerca de las desembocaduras. Además, los giros oceánicos —zonas de corrientes que giran en espiral— actúan como trampas que acumulan plásticos flotantes, lo que favorece su fragmentación en partículas más pequeñas con el tiempo.

Un contaminante omnipresente y subestimado

Hasta ahora, la atención científica y legislativa se ha centrado sobre todo en los microplásticos (de 1 micra a 5 mm) y los macroplásticos (como bolsas o redes de pesca). Pero el estudio demuestra que los nanoplásticos son la fracción dominante en número y masa, y sus efectos podrían ser aún más insidiosos.

Por su tamaño diminuto, estas partículas pueden atravesar barreras biológicas, como las paredes intestinales de peces y otras especies marinas, llegando incluso a la sangre o los tejidos. Aunque sus efectos a largo plazo en la salud humana todavía están en estudio, ya hay indicios de que pueden desencadenar inflamaciones celulares y estrés oxidativo.

El problema es que estas partículas son tan pequeñas que las leyes físicas dejan de aplicarse como se espera. No sedimentan fácilmente, pueden ser transportadas por el viento o adherirse a otros compuestos químicos tóxicos.

Más información: Nanoplastic concentrations across the North Atlantic | Nature


Fuente

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