Nuevo estudio propone coordinar vehículos eléctricos y calentadores de agua para convertirlos en baterías gigantes colectivas para las ciudades


Estudio australiano afirma que las ciudades electrificadas podrían almacenar 46 kWh por persona y funcionar como baterías urbanas.
- Ciudades electrificadas: enormes baterías urbanas.
- Vehículos eléctricos y termos: almacenamiento energético distribuido.
- Hasta 46 kWh por persona en capacidad de almacenamiento.
- Gestión inteligente: clave para evitar picos de demanda.
- Centros urbanos: puntos estratégicos para la flexibilidad energética.
Las ciudades electrificadas pueden convertirse en baterías gigantes
Nuestros vehículos eléctricos (VE) y sistemas de agua caliente eléctricos tienen el potencial de transformar radicalmente el rol de las ciudades en el sistema energético, convirtiéndolas no solo en grandes consumidoras, sino en actores clave para el almacenamiento y gestión de la energía. Un estudio reciente de la Universidad Nacional de Australia (ANU) lo deja claro: si se utilizan de forma inteligente, estas tecnologías pueden reducir la presión sobre la red eléctrica y convertir los entornos urbanos en baterías distribuidas a gran escala.
Almacenamiento distribuido: cada ciudadano como parte del sistema
En una ciudad totalmente electrificada como el Territorio de la Capital Australiana (ACT), cada residente podría disponer, indirectamente, de unos 46 kilovatios-hora (kWh) de almacenamiento energético —lo equivalente a tres o cuatro baterías domésticas Tesla Powerwall. Esto no implica que cada persona necesite tener una batería instalada en casa, sino que su vehículo eléctrico, su sistema de calefacción de agua y otros electrodomésticos pueden operar como sistemas flexibles que absorben y liberan energía según la necesidad de la red.
La clave está en el uso estratégico del tiempo. Al mover alrededor de 5 kWh diarios por persona hacia horarios de baja demanda, se puede gestionar casi un tercio del consumo eléctrico medio diario. Esto reduce la presión en los picos de uso y mejora la eficiencia de toda la infraestructura eléctrica.


Vehículos que descansan… y ayudan
Los VE pasan alrededor del 90 % del tiempo estacionados. Esto, lejos de ser un problema, se presenta como una oportunidad crítica para el equilibrio energético. Con una infraestructura de carga inteligente, esos vehículos pueden cargar cuando sobra energía (por ejemplo, durante el mediodía con alta producción solar) y entregar parte de esa energía al sistema en momentos de alta demanda, como al anochecer.
Este enfoque se alinea con las políticas emergentes en países como Alemania, Países Bajos o Japón, que ya implementan sistemas de vehículo-a-red (V2G) para estabilizar sus redes eléctricas con flotas enteras de autos conectados.
El reto de la electrificación desordenada
Sin una planificación adecuada, la transición a tecnologías eléctricas podría elevar la demanda máxima en más de un 30 %, lo que requeriría costosas ampliaciones de la red eléctrica. No se trata solo de instalar más cables o transformadores: el problema es estructural y económico. Sin embargo, si se logra desplazar tan solo la mitad de esa carga hacia horas valle, se puede reducir el aumento del pico de demanda a la mitad, evitando inversiones innecesarias.
Además, esta flexibilidad facilita un mayor aprovechamiento de la energía solar residencial, almacenándola durante el día y usándola cuando cae el sol. Es una solución que apoya la descarbonización sin esperar a nuevas tecnologías milagrosas.
Zonas urbanas: mucho más que consumo
El estudio también identifica áreas clave de alta densidad laboral como “puntos calientes de almacenamiento”. En estos sitios, la demanda flexible tiene un alto valor estratégico. Se abren así oportunidades concretas para:
- Cargas inteligentes en oficinas que aprovechan la estancia prolongada de los vehículos.
- Tarifas dinámicas que premian el uso en horarios favorables.
- Plataformas digitales que coordinan miles de dispositivos como un solo sistema virtual de almacenamiento energético.
Iniciativas como la plataforma NextFlex en Victoria, o el uso de microredes urbanas en Nueva York y Barcelona, demuestran que esta visión ya está en marcha en distintas partes del mundo.
Potencial
A medida que más hogares y vehículos se conectan a la red eléctrica, la gestión inteligente de la energía se vuelve esencial para garantizar un futuro sostenible. Algunas vías realistas para aprovechar este potencial incluyen:
- Incentivar financieramente la carga y el uso flexible de dispositivos eléctricos en hogares y empresas.
- Desplegar infraestructura de carga bidireccional para VE, facilitando el flujo de energía desde y hacia la red.
- Integrar la gestión de la demanda en las políticas urbanísticas, diseñando barrios preparados para operar como baterías colectivas.
- Apoyar con legislación el desarrollo de agregadores energéticos que coordinen flotas de vehículos y sistemas domésticos.
- Fomentar la instalación de medidores inteligentes y automatización del consumo para facilitar decisiones energéticas informadas.
Las ciudades no solo pueden consumir menos, sino participar activamente en el equilibrio del sistema eléctrico, impulsando una transición energética más resiliente, distribuida y justa. Si se integra esta visión desde el diseño urbano hasta el uso cotidiano, los entornos urbanos pueden ser parte de la solución climática, no del problema.
Vía: Electrified cities could become giant batteries: ANU study
Más información: City-scale integration of distributed energy storage resources for an all-electric energy future – ScienceDirect
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