
Santa Marta: Una Crónica de Fundación, Conquista y Resiliencia
Por [Tu Nombre], Periodista de Investigación
Santa Marta, [Fecha] – La fundación de Santa Marta no es solo un hito en la historia colombiana, sino la piedra angular del proceso de colonización y conquista del territorio que hoy conocemos como Colombia. Esta ciudad, la primera posesión material y permanente de la Corona española en estas tierras, resistió durante tres siglos, presenciando las transformaciones que culminaron en las guerras de independencia. Su longevidad la distingue de otros asentamientos fundados previamente en el territorio, como San Sebastián de Urabá y Santa María la Antigua del Darién, que no lograron perdurar en el tiempo.
Retrocedamos al año 1501, cuando el conquistador Rodrigo de Bastidas zarpó del puerto de Cádiz a bordo de dos navíos, impulsado por la ambición de descubrir nuevas rutas hacia las Indias Occidentales.
Dos meses después, llegó al Cabo de la Vela, una región ya explorada por Alonso de Ojeda. Desde allí, Bastidas se aventuró hacia el suroeste, bordeando una costa colombiana desconocida hasta entonces por los europeos. Este periplo lo condujo a la bahía conocida como Citurma o Saturma, donde actualmente se erige la ciudad de Santa Marta.
Ante la imponente Sierra Nevada, Bastidas quedó maravillado por su belleza y vislumbró su riqueza. Dejó entonces a su teniente Juan de Buenaventura con la misión de aprender los dialectos indígenas, mientras él se aventuraba más allá.
La expedición de Bastidas continuó, llevándolo al descubrimiento de la desembocadura de un gran río, al que bautizó como Magdalena. Atravesó el Golfo de Urabá, bordeó las costas del Darién y llegó hasta el Istmo de Panamá. Durante su recorrido, estableció relaciones pacíficas con los pueblos indígenas, basadas en el intercambio comercial. Sin embargo, al regresar a Santo Domingo, un naufragio le arrebató todas sus ganancias, obligándolo a regresar a España en 1502.
Veinticinco años más tarde, tras otras expediciones menores, Bastidas regresó a la costa colombiana. La Corona, con el objetivo de consolidar su dominio mediante una política efectiva de colonización, valoró la experiencia de Bastidas y aprobó su propuesta de poblar la provincia y el puerto de Santa Marta. El rey Carlos I de España le otorgó la Capitulación del 6 de noviembre de 1524, autorizándolo a fundar una ciudad con al menos 50 vecinos, quince de ellos casados. La Capitulación también exigía el fomento de la agricultura y la ganadería, con un inventario inicial de 200 vacas, 300 puercos y 25 yeguas.
El documento también contemplaba exenciones de impuestos y la reducción de los diezmos sobre las riquezas obtenidas. Además, incluía el permiso para someter a los pueblos indígenas y la orden de construir una fortaleza para protegerse de los ataques de los caribes, considerados una amenaza por los colonizadores.
El 29 de julio de 1525, Bastidas desembarcó en la ensenada de Gaira y fundó la ciudad de Santa Marta. Estableció relaciones de amistad con los caciques de las tribus gairas, tagangas y dorsinos, pero entró en guerra con los bondas, a quienes derrotó rápidamente.
La fundación de la ciudad se llevó a cabo en un contexto marcado por la ambición, el odio y la devastación. La construcción requirió la deforestación de una zona densamente cubierta de monte. Tras el trazado de las calles y la asignación de solares, se levantaron unas veinte viviendas rudimentarias, hechas con troncos y techadas con palma de cocoteros, que sirvieron de alojamiento para los cincuenta hombres que integraban la expedición.
Para asegurar el sustento, se cultivaron productos básicos y se importaron cerdos y gallinas desde La Española. Los cultivos se establecieron en las zonas más bajas del valle, aprovechando la abundancia de agua y la fertilidad del suelo.
Bastidas también erigió la primera construcción religiosa de la ciudad: la iglesia de Nuestra Señora de la Merced. Años después, en 1529, se construyeron la iglesia de Santa Ana y el convento de Santo Domingo, todos edificados con los mismos materiales naturales.
Durante los primeros cincuenta años, Santa Marta no logró consolidarse como un asentamiento permanente para los españoles, sino que funcionó como un punto de tránsito constante. La continua llegada y salida de personas convirtió a la ciudad en un foco de enfermedades, hacinamiento y hambruna.
En 1529, con el nombramiento del gobernador García de Lerma, se construyó el primer hospital y se inició la edificación de la Casa de Vuestra Majestad, destinada a proteger a los ciudadanos de posibles ataques indígenas.
El desarrollo urbano de Santa Marta durante el siglo XVI fue lento y agónico, debido a la vulnerabilidad de los materiales de construcción frente a los ataques indígenas y las incursiones piratas. La ciudad resurgió de las cenizas en varias ocasiones, tras ser incendiada en 1543 por el pirata Robert Baal, en 1555 y 1560 por los franceses Jacques de Sores y Martín Cote, y en 1585 por el inglés Francis Drake.
En cuanto a la resistencia indígena, los taironas lucharon durante un siglo, desde 1501 hasta 1600, en defensa de su cultura y su territorio. Su aguerrida defensa culminó con la derrota a manos del gobernador Juan Guiral Velón, quien condenó a muerte a más de setenta caciques y quemó sus casas. El líder principal fue desmembrado y su cabeza exhibida en una jaula.
Los taironas, considerados una de las tribus más avanzadas de América, dejaron un legado de ingeniería y arquitectura impresionante, con avenidas de piedra, obras de infraestructura, puentes, canales de irrigación, escaleras de roca, terrazas artificiales de cultivo y ciudades trazadas con precisión matemática, como las ruinas arqueológicas de Pueblito (Chayrama) y Ciudad Perdida (Teyuna).
Tras la derrota de los taironas, los españoles concentraron su actividad colonizadora en las zonas bajas y costeras cercanas a la Sierra Nevada, donde establecieron haciendas y nuevos asentamientos.
Por otro lado, los indígenas chimila y wayuu continuaron con sus incursiones durante los siglos XVII y XVIII. La pacificación de los chimila se produjo en la segunda mitad del siglo XVIII, consolidando el dominio español sobre los pueblos nativos, quienes se mantuvieron del lado de la Corona durante las guerras de independencia.
En 1655, la ciudad fue devastada por el inglés Guillermo Goodson y Juan Cuchillo, sufriendo 15 días de barbarie y vandalismo. Entre 1655 y 1692, fue atacada y quemada en diecinueve ocasiones por los piratas, lo que impulsó la construcción de seis fuertes y dos veladeros para proteger la ciudad.
Informes oficiales de los gobernadores del siglo XVII describían a Santa Marta como una ciudad en "ruina y abandono", debido al desinterés de la Corona española, que priorizaba Cartagena.
En los primeros años del siglo XVIII, Inglaterra intensificó su ofensiva para debilitar el poderío colonial español en el Caribe, y Santa Marta fue nuevamente blanco de ataques por parte de piratas y corsarios al servicio de la Corona británica.
En el siglo XIX, la estructura urbana de la ciudad se componía de ocho calles, ocho callejones y manzanas rectangulares. Entre los edificios más representativos se encontraban la catedral basílica menor, el cuartel de artillería, el hospital de la Caridad, la Casa de la Aduana, la batería de Santa Bárbara, el convento de Santo Domingo y el colegio Seminario Conciliar.
Cinco acontecimientos afectaron la fisionomía de Santa Marta en el siglo XIX: la toma de la ciudad por indígenas fieles al Rey en 1823, un devastador temblor en 1834, 21 días de combate entre las tropas de la Revolución y las del gobierno en 1860, la entrada en funcionamiento del ferrocarril en 1881 y la inundación causada por la creciente del río Manzanares en 1894.
Entre 1840 y 1872, Santa Marta se convirtió en el principal puerto importador de la Nueva Granada, y tuvo un papel destacado en las exportaciones.
Desde la última década del siglo XIX, el cultivo de banano transformó la economía de la región, impulsando una ola migratoria desde distintas regiones del país hacia Santa Marta y la zona bananera. Sin embargo, la bonanza también trajo consigo la masacre de trabajadores de fincas bananeras en Ciénaga en 1928.
En el siglo XX, la ciudad dio inicio al desarrollo del turismo con la construcción de la carretera de El Rodadero y los hoteles Tamacá y Tairona. Hasta hoy, Santa Marta se mantiene como uno de los principales destinos turísticos del país, una ciudad que ha sabido resurgir de las cenizas a lo largo de su historia, conservando su legado cultural y adaptándose a los nuevos tiempos.